Petit poème
>> miércoles, 23 de diciembre de 2009
Cuando la vi me exalte,
Allí estaba Alicia, tan bella, tan sumergida en su país de las maravillas,
-Señor conejo es usted?-
Me pregunto con frecuencia, mi respuesta fue obvia:
“No, solo soy un transeúnte deslumbrado, taciturno y enamoradizo.”
Esa noche aprendí que no solo las estrellas brillan,
Que no solo la luna es capaz de dejarnos sin aliento,
Comprendí que la soledad no hace más que alimentarse de nuestra sonrisa,
Y que no quería estar solo.
No te volví a ver,
Pasaron los días, las estrellas y las personas,
Pero llego esa mañana en la que volvería a hundirme en tus ojos y en el olor de tu pelo,
Esa vez entendí que todo pasa por algo, que nada está sin una razón.
Llego esa noche,
La noche en la que acostados uno junto al otro vimos pasar las estrellas fugaces,
Yo me sentía inmortal, capaz de atrapar la luna entre mis manos solo para regalártela.
Y ahora,
Me siento en las noches con una copa de vino y un libro,
Algunas veces te veo en los astros circundantes, otras simplemente siento tu ausencia,
Quisiera abrasarte, y al ver tus labios también besarte,
Ahora llega la noche y yo espero,
Me siento a ver las estrellas en un parque o a terminar esa canción que nunca empecé.